El artículo 1 Constitucional reza que Colombia es un Estado Social de
Derecho que se funda en la prevalencia del interés general, implica
aspectos institucionales y otros de quienes representen al pueblo; los
congresistas, al ser elegidos por el pueblo, conllevan la obligación intrínseca
de actuar “consultando la justicia y el bien común”.

Desde la ética realizaremos unos cuestionamientos frente el uso de
sustancias psicoactivas en vista de las espléndidas aseveraciones de los
Honorables Parlamentarios Susana Boreal y Daniel Carvalho frente a los
argumentos que se esbozan de los efectos de orden sensitivo, intelectual y
vivencial del consumo de sustancias psicoactivas, así que: ¿Es bueno para
el ser humano turbar voluntariamente su capacidad de observar, conocer,
juzgar y resolver por un placer concreto y momentáneo como la droga? 

Si bien la autoconciencia y la autodeterminación son dos capacidades
esenciales del hombre, sin reducir la jerarquía del núcleo mismo de su ser
personal, en donde cada sujeto desarrollamos posibilidades únicas, se
toman decisiones y se asumen las responsabilidades, será que ¿Un sujeto
bajo el efecto de las drogas continúa siendo una persona consciente, libre
y responsable, o lo que opera es una fuerza externa, la droga?, ¿El consumo
acaso no constituye un mal moral?.

Si algunas sustancias psicoactivas aumentan la capacidad natural de goce
y perspicacia, el sentido estético, la sagacidad abstracta y las vivencias
místicas, que no son fácil de obtener por otra vía. ¿La capacidad que nos
ofrece el consumo de dicha sustancia es duradero y continua aun cuando
se disipan los efectos de la droga?, ¿Será posible que lo obtenido solo
disfraza la incapacidad del individuo tras la «supremacía» proveniente del
consumo de la sustancia psicoactiva?.

Será que lo que cree lograrse con el consumo de sustancias psicoactivas
como el conocimiento, la experiencia, la autonomía, la seguridad, el
abrirnos a los demás, entre otras percepciones, en realidad no le
pertenecen al sujeto consumidor, sino a esa sustancia externa y, por tanto,
no puede trasmitirse, debido a que apenas se tiene algún interés en
compartirlo, porque quizá “la traba” es un goce egoísta y solitario, que no
genera una verdadera amistad, ni amor, ni fraternidad, ni solidaridad
auténtica, ni tampoco se fundamenta en valores reales.

Claro, aceptamos que el ser humano es un ser libre y autónomo, capaz de
tomar decisiones, sin intervención ajena, pero ¿hasta dónde le asiste el
derecho a consumir drogas si su práctica, debería estar limitada cuando
afecta su propio ser y especialmente a los demás, donde subsisten los
factores sociales, las responsabilidades ambientales, las repercusiones en la
familia o en la comunidad?

Las reflexiones éticas discurren sobre la valía, el decoro y el honor de ese ser
único y libre que es el ser humano, como el bien moralmente protegido; si
es relevante en el orden jurídico, tomar medidas de prevención y/o
represión frente al consumo de sustancias psicoactivas, pero en este punto
y en la actualidad es mucho más importante cimentar propuestas afines al
desarrollo de los valores de las personas, que se han ido desdibujando, para
así, poder confrontar más efectivamente las problemáticas mancomunadas
al consumo de drogas.

Desde ninguna de las orillas de la reflexión, de quienes consideren que es
ético el consumo de drogas, como de aquellos que no lo creemos, estamos
exentos de afrontar la discusión y apropiar responsabilidades en términos de
lo que es la autoestima, la autorregulación, el auto reconocimiento, la
autonomía; en la actualidad debemos dejar de cimentar la defensa en el
bien-estar de los individuos desde él (individualismo o individualidad), sino en
pro de toda una sociedad, quizás, es hora de redefinir nuevamente las
obligaciones que hacen posible una ética desde el cuidado de sí mismo,
pero en pro de los otros y de nuestro entorno; porque nuestro movimiento al
igual que muchos otros, trabajamos de manera constante, pues
perseguimos una transformación profunda y la reconstrucción del tejido
social, evitando que más niños, jóvenes y seres humanos se pierdan por el
consumo de sustancias psicoactivas; por eso reprochamos lo hecho por
estos Honorables Parlamentarios, que no nos representan, ni representan a
la mayoría del pueblo colombiano.