Este 6 de agosto se conmemora el 78 aniversario de uno de los acontecimientos más trágicos y conmovedores de la historia moderna: el bombardeo atómico de Hiroshima. En este día fatídico, en 1945, una bomba nuclear detonó sobre la ciudad japonesa, dejando una estela de destrucción, muerte y sufrimiento inimaginables.   

A las 8:15 a.m. de aquel día, la tranquilidad de Hiroshima fue abruptamente interrumpida cuando el avión estadounidense Enola Gay arrojó la bomba atómica «Little Boy» sobre la ciudad. La explosión, seguida de una intensa radiación y un incendio generalizado, borró del mapa gran parte de la urbe y cobró la vida de aproximadamente 140,000 personas en los meses posteriores al ataque.   

La magnitud de la devastación en Hiroshima fue insondable. Edificios desintegrados, calles convertidas en escombros y una población aniquilada dejaron un escenario dantesco y un silencio abrumador que prevaleció en la ciudad durante días y semanas posteriores. La ciudadanía se encontró en medio de una catástrofe humanitaria sin precedentes.   

Este ataque fue el primero y hasta la fecha el único uso de armas nucleares en la historia. Tres días después del bombardeo de Hiroshima, el 9 de agosto de 1945, otra bomba atómica, llamada «Fat Man», fue lanzada sobre Nagasaki, llevando la cuenta de muertes y sufrimiento a cifras aún más espantosas.   

El bombardeo atómico dejó una impronta imborrable en la memoria colectiva del pueblo japonés y del mundo entero. Japón se rindió poco después de los ataques, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, Hiroshima ha sido un símbolo de los horrores de la guerra y de la necesidad de promover la paz y la diplomacia como vías para resolver conflictos.

 

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