La muerte del joven francés Nahel, de ascendencia argelina, a manos de la Policía francesa después de que este intentara evadir un control, ha generado una ola de violentas protestas que tiene al país en llama.   

La muerte de este joven, ha vuelto a traer un “fantasma del pasado” pero que aún está presente en la sociedad francesa, la denominada guerra entre los jóvenes de la banlieue (término francés para referirse a la periferia) y la Policía.   

La tercera noche de disturbios deja un balance de 500 edificios públicos y 1900 coches quemados, más de 800 detenidos y 249 agentes heridos.  

El presidente galo, Emmanuel Macron, condenó la “violencia” contra las instituciones, aunque, previamente, lamentó la muerte del joven. “Las últimas horas han estado marcadas por escenas de violencia contra una comisaría, pero también contra escuelas, ayuntamientos y, por tanto, contra las instituciones y la República (…). Estas son injustificables”.